diumenge, 9 d’octubre del 2016

'Santos'

És sorprenent que una qüestió tan eminentment escandinava com un permi Nobel pugui no ser fruit d’una reflexió profunda i meditada, sinó traslladar una certa precipitació. Així ens ho sembla a l’hora de valorar el recent anunci de la concessió del Premi Nobel de la Pau a Juan Manuel Santos. Com en el cas d’Obama i d’alguns altres, no es prèmia l’èxit o la dedicació, sinó la pura intenció, com si n’hi hagués prou amb voler intervenir en la realitat, i no calgués abans canviar-la. En el cas de Santos, i al marge de la meritòria voluntat d’ajudar a consolidar el procés de pau, s’ha de considerar críticamente què el premi es dediqui tan sols a una de les parts. Si en el cas de Kissinger i le Duc Tho, d’Al-Sadat i Begin, de Mandela i de Klerk, d’Arafat, Rabin i Peres o de John Hume i David Trimble, el Nobel havia destacat sempre l’esforç posat per les dues parts d’un conflicte, ara semblar haver-hi prou amb destacar només una, la de les institucions.

Més just hagués estat premiar a les FARC, juntament al que fos ex ministre de Defensa en un dels moments foscos del conflicte, o dedicar-ho al conjunt de la ciutadania colombiana, com quan es dedicà el premi a la Unió Europea, o, tal i com reclamava fa ben poc Michaela Albarello, Presidenta de la Taula Catalana per la Pau i els Drets Humans a Colòmbia, “a totes les organitzacions socials, de drets humans, dones, indígenes, afros, camperols i sindicals que, amb la seva feina, la seva perseverància i les seves víctimes han fet possible aquest moment”. Així el Premi no sembla surgit sinó del compromís momentani, d’una voluntat accidental o accessòria. Amb els cops de ma que s’estan vivint avui a Latinoamèrica, per exemple al Brasil, hauria suposat potser un cert equilibri premiar la voluntat institucional, i a l’hora la força i la memòria de la lluita transformadora, compromesa amb la justícia social, per exemple en la persona de l’ex President José Mújica, tan popular i proper.

Com no podrem escoltar al vell i irredempt guerriller i pres de la dictadura sorgida del cop militar del 27 de juny de 1973, advocar per la pau a Oslo, hem volgut transcriure el seu discurs del passat 15 de setembre a Medellín en el marc de l’event ‘Sí a la Pau’, organitzat per les centrals sindicals colombianes:

“Y a mí me toca el juego de ser un chivo emisario, dar un poco de cariño. Por ser un viejo resistente, y poca cosa más. Pero la gente necesita creer en algo, y mira para un costado, y mira para el otro, y es difícil encontrar cosas en que creer en el mundo actual. Por eso, yo agradezco el cariño que me ha dado el pueblo de Medellín y con él todo el pueblo de Colombia. Soy del Sur y pertenezco a nuestra América. En primer término soy ciudadano del Sur, una patria común que está por hacerse. Siento que venimos de atrás, que llegamos tarde al desarrollo y que en un mundo que toma formas continentales, el poder estar juntos es la única forma de tener una masa crítica que nos defienda en el mundo de hoy. Pero naturalmente tenía que venir porque la causa de la paz sólo puede equipararse a la causa del amor, las dos cosas fundamentales arriba de la tierra.

Seguridad, conciencia de que nuestra vida se apaga, por el juego de la biología, no por el juego de las balas, ni por el juego del asesinato. Nunca lo olviden. Nunca jamás lo olviden. No hay fortuna mayor para cada uno de nosotros que el milagro de estar vivos. Y la vida no se compra y el tiempo de la vida no se compra. Nacemos por milagro y la vida se nos va. Hay que luchar por la paz y por el amor, porque hay que luchar por un tiempo de felicidad en la vida y no que la vida sea una carga, una desgracia. Por eso el ser humano no ha podido deshacerse de la guerra. Todavía vive en la prehistoria. Y saldremos de la prehistoria cuando el recurso de la guerra no lo usemos más arriba de la tierra. Y compañeros, no es sólo la paz de Colombia, es la paz arriba del planeta, es la paz en África, en Asia, la paz en el mundo, es el grito desesperado: Sí a la vida, no a la muerte, provocada por el hombre. Yo vengo de la guerra. Conozco la soledad de los calabozos. Conozco los años de clandestinidad. Mi cuerpo es un mapa de costuras. Estoy vivo por milagro. Me costó mucho aprender, porque pertenezco a generaciones que soñaron con cambiar el mundo. Con crear un mundo en el que lo mío y lo tuyo no nos separen. Soñábamos que era mucho más sencillo, que era más fácil. Nos equivocamos.

Seguramente que el hombre tiene capacidad para influir y crear un mundo mucho mejor que el que hemos recibido. Pero debemos recoger la experiencia de los que han sufrido antes de nosotros. Y en todo caso los jóvenes han de cometer los errores de su tiempo, no los nuestros. Por lo tanto esta parte del continente, que perdió la tolerancia hace más de cincuenta años con el asesinato de Gaitán, un tajo de dolor para la historia de Colombia, no ha podido recobrar el equilibrio de la tolerancia, de lo que es distinto. Es imposible a todos los hombres y mujeres que pensemos lo mismo. La naturaleza nos hace semejantes, pero distintos, siempre habrá diferencias. Pero hay que aprender a caminar con diferencias, hay que aprender a respetar lo esencial; la vida y la libertad, y aprender a convivir con diferencias, y no pretender aplastar al que discrepa, no sembrar odio, no sembrar venganza al que piensa diferente. He venido por el pueblo de Colombia. Por los que están por el sí y también por los que están por el no, porque son pueblo de Colombia. Porque a pesar de los miedos, de la incertidumbre, de la inevitable sed de justicia que produce el dolor de aquellos que han tenido víctimas, inevitablemente todo eso está presente en el pueblo de Colombia, y está presente el miedo, hijo de la historia, por lo que pasó, con el M19.

Porque en definitiva hay miedo por un lado y hay miedo por el otro. Firmar la paz, es apenas ganarse el derecho a construir la paz. Y esto es la gran proeza del pueblo de Colombia, del que está acá, y del que está en contra de acá. Porque esto es Colombia, Colombia entera, con su pueblo, con su dolor, con su desgarros. Y sé que atrás de esta lucha por la paz, está la inevitable lucha por el gobierno. Y están los problemas políticos que inevitablemente se entreveran y están presentes, porque así es la condición humana. Pero hay que separar, hay que separar el abrojo del trigo. Este es el momento de luchar por arrancar el camino de la paz. No equivale a tocar el cielo con la mano, que todos los problemas están resueltos. No. Nunca tendremos un mundo aburrido. Hay que seguir luchando y luchando por acumular civilización. Pero una cosa es la guerra crónica. Una es el proyecto de vida, acostumbrarse a vivir con una vida intestina, como quien se acostumbra a vivir con una enfermedad crónica, y muy distinto es sacarse el fantasma de la guerra y concentrar las fuerzas en el progreso social, en la vida de la gente. Muchas cosas significa la guerra. Una de las más importantes, el más que espantoso despilfarro de energía humana, que si se dedica a fuerza creadora de la economía y de solventar los problemas sociales, termina ayudando a la vida de los pueblos.

No me canso de tirar en el mundo esta cifra: 2 millones de dólares por minuto gasta la humanidad. Repito, 2 millones de dólares por minuto gasta la humanidad en presupuesto militar. La mitad de esta cifra basta para barrer el hambre de arriba de la tierra. Esto quiere decir que la paz no sólo es una causa de convivencia, de madurez en la sociedad, que inevitablemente va a tener siempre conflictos, pero tiene que aprender que los conflictos se negocian, se dialogan, se gestionan, ese es el papel superior de la política. Si fuéramos dioses no precisaríamos de la política, pero como somos seres humanos, somos gregarios, necesitamos sociedad, y la sociedad inevitablemente tiene conflictos, y el papel de la política es, como decían los griegos, dirimir los conflictos para que viva la sociedad. Y entonces, compañeros, esta es una causa muy profunda, llena de obstáculos. Llena de dificultades, pero que puede dar la oportunidad al pueblo colombiano de levantar una causa nacional justa y enfrentar sus crónicos problemas. La situación de sus 12 millones de campesinos, su campo, que es la mayor riqueza olvidada, infraestructuras, energía eléctrica, la enseñanza en escuelas, en caminos, en transportes, en esperanza. Qué rica es Colombia. Cuánto tiene Colombia para darle al mundo. Y Ustedes mismos son conscientes. El jolgorio de la fotosíntesis que tiene esa selva tropical. La esperanza de pan y de vida de la humanidad futura. Ese pan que además lo tienen que cuidar de la rapiña humana, y la tienen que cuidar en su ecología, porque es la única riqueza verdadera que le queda a las generaciones que vienen.

Pero nada de eso es atendible y viable con una sociedad en guerra. La guerra debe ser contra la pobreza, contra la miseria, contra la falta de enseñanza. La guerra tiene que ser contra el hambre. El hombre no debe ser el lobo del hombre. El hombre no debe ser el cazador del hombre. Entonces, pero recuerden: Que hay un pedazo de pueblo, tan pueblo como Ustedes. No hay que confrontar, no hay que prender la mecha del odio, eso fue lo que llevó a Gaitán a la tumba, y enterró la historia de Colombia, la falta de tolerancia a lo que es distinto. Esta es una lección de hierro para la Colombia que está aquí, y para la que nunca estará aquí. Es una lección de hierro para pobres, para clase media y para ricos, porque la paz, la paz por la que hay que luchar, no es sólo por causa de liberar a los más oprimidos, a los más olvidados. Es también para luchar por un mundo que no tenga que tener opresores, como decía Mandela. Hay que ser generosos. Hay que abrir el pecho. Hay que descargar el odio, hay que desterrar el sentimiento de venganza. Hay que hacer, primar en nuestra conducta, la solidaridad, el amor a la vida, el amor a la especie. La alegría de vivir. Hay que aprender de los pájaros, que en cada amanecer le cantan a la vida y salen a luchar por la comida.

Yo sé, sé perfectamente la montaña de dolor acumulada por una guerra de tantos años. He visto colombianos desarraigados trabajando en mi país. Han caído como del cielo. Los he encontrado en otras partes. He encontrado colombianos que huyeron en Nueva Zelanda, los he encontrado en otras partes del mundo. Naturalmente, nadie quiere irse de su país. Es como lo pájaros que nacen en un monte que quisieran procrear, vivir y morir en ese monte. Pero primero está la seguridad. Primero está el derecho a la vida, por encima del amor. Y a veces hay que migrar, cuando lo que está en juego es, ni nada más ni nada menos, que la vida. Es muy grande el precio que han pagado los dirigentes sindicales de este país que tienen una historia de gente sacrificada por los derechos más elementales y sociales de representar la organización del trabajo. Si no hay paz, jamás habrá progreso estable. La guerra es el mejor camino para que exista la arbitrariedad ¿Por qué? Porque la guerra es contraria a la democracia, es contraria a la libertad, es contraria al intercambio. La guerra obliga al orden cerrado. La guerra obliga al funcionamiento vertical. La guerra obliga al ordeno y mando, y no puede ser un ideal de vida.

El ideal de la vida que debemos cultivar es el del libre albedrío, es el de la libertad, es el de la bonhomía, es el del intercambio de la creación del pensamiento. Entonces, mis queridos compatriotas: Lo más grave. Considero que lograr la paz es un triunfo de todos. Lograr la paz en esta coyuntura es abrirle puertas a la construcción de una esperanza colectiva que le dé sentido a la vida del pueblo de Colombia. Sí, el pueblo de Colombia. Porque el mundo de la droga, el mundo del cultivo que se impuso por razones económicas, más que nada, necesita que Colombia se acuerde de sus campesinos que, para luchar contra el hambre, tienen que tener caminos mejores, que tener que defenderse cultivando la coca. No es culpa del campesinado el luchar por la comida, por el pan y por el sustento, cuando no tiene alternativa. Toda Colombia tiene que entender que su campesinado no precisará el cultivo de la coca el día que tenga alternativa de vivir decentemente con otro trabajo. Y en lugar de gastar una fortuna en el mantenimiento de una máquina militar, vale más gastar esa fortuna en el progreso social. En el qué van a trabajar los desmovilizados de un lado y el otro. Que deben trabajar y construir y ayudar a construir la Colombia, y no me digan que no es posible, porque lo he vivido. Lo he vivido. Hemos andado con soldados que ayer nos persiguieron y nos reprimieron, haciendo cosas por nuestra patria, en todo lo posible. Aprendiendo que si ayer tuvimos que enfrentarnos, hoy podemos contribuir con la construcción de la nación. Que parece quijotesco. El amor es una causa, nos puede hacer superar eso.

No se rindan colombianos. No se dejen ganar por el descrédito, por el odio. Hay quienes creen por una concepción conservadora, que las instituciones de Colombia están en peligro, que el dinero acumulado vaya a saber dónde, le va a dar superioridad. Que en pocos años los viejos guerrilleros van a mandar en el país, y todo un conjunto de novelas. Quiero volcar mi experiencia de viejo luchador. Fui presidente de mi país, pero no pude haber sido guerrillero, sino que cuando salí me rompí el alma por los dolores de mi pueblo. Porque la naturaleza nos colocó los ojos hacia delante y la gente va a luchar y a juzgar por su porvenir, por su futuro, por su esperanza, no por lo que pasó ayer. Entonces, hay que construir. Hay que tener una causa. Colombia tiene la recuperación de su territorio, de su selva, de su montaña, pero sobre todo, de sus 12 millones de campesinos, un tesoro en el mundo de hoy. Créanmelo. Es más fácil hacer un ingeniero, que hacer inventar un campesino. ¿Por qué? Porque el campesino está atado por su historia y sus sentimientos, no sabe expresarlos, no puede decirlo, no puede gritarlo, pero tiene una manera peculiar de mirar la vida y el mundo. Donde nosotros vemos soledad, él se ríe, tiene capacidad de resistencia. Y es el campesino el gran constructor de comida. Y yo sé, cuando tienes solucionado el problema de la comida, pensáis en el coche, en la motito, en el televisor. Pero ¡Ay que te falte la comida! ¡Ahí verás lo que es cruel! Y la comida tiene que estar en la alacena, en la despensa, cerca de la cocina. La comida no debe venir por el mar, debe salir de las manos de su pueblo. Y eso precisa paz. ¿Por qué creen que Francia y Alemania y Austria y todos los países europeos, están subsidiando a su población rural? ¿Por qué la miman y la cuidan? ¿Por qué hacen proteccionismo agrícola? ¿Por qué los japoneses no quieren comer arroz que no sea producido en Japón, a pesar de que les cuesta, 2, 3 veces lo que vale en el mundo? Porque han aprendido, cuando las papas queman, lo que es no tener comida. Por eso no abandonen la tierra. No abandonen vuestra selva. No abandonen a nuestro campesinado.

Allí tienen juntos a las Universidades, a los trabajadores, falta el movimiento estudiantil. Esos son los que están entrando en la Universidad, son los trabajadores del futuro. Porque el avance tecnológico es imparable, y son los trabajadores calificados que van a generar plusvalía. El proletariado de hoy debe unirse a la inteligencia de mañana, que será a su vez proletariado. Tendrá túnica. Vestirá bien. Parecerá un señorito. Pero va a producir plusvalía. Entones es nuestro. No nos divorciemos de él. El porvenir necesita el músculo y la inteligencia. La propia sociedad capitalista no tiene más remedio que sembrar universidades en el mundo porque necesita trabajadores calificados. No lo va a hacer por generosidad. Lo va a hacer por necesidad. Y ese es su propio punto débil. Trabajadores mucho más difíciles de arrear, pero serán más tiernos, no van a tener la fortaleza de esos campesinos, capaces de aguantar miseria en la soledad de los campos y del monte. Esto es paradojal, pero el progreso humano impone estas cosas. Pero todo esto tiene un motor de arranque en la paz. Mientras estés en guerra, la guerra no puede ser un proyecto colectivo de sociedad. Pudo haber sido para colectividades rapiñeras en una época, cuando los pueblos, a veces por desesperación, lo imponía las sequías, caían los unos sobre los otros. El hambre ha existido atada al tiempo y muchas veces los pueblos tuvieron que hacer gigantescas marchas migratorias. Pero hoy el hombre tiene el conocimiento y los recursos para ahuyentar el hambre siempre y cuando viva con esperanza, con trabajo.

Pero para todo eso necesita paz. Profundamente paz. Cuando salgan de aquí, tengan una actitud positiva con los que discrepan, son vuestros hermanos, son colombianos. Son parte de esta nación. Nacieron aquí y aquí morirán y aquí tendrán que construir, y con ellos hay que entenderse mañana y pasado mañana. Y aprendan esto de los viejos chinos. Lo imposible cuesta un poco más. Si tú empiezas despreciando y odiando a quien tienes que convencer, jamás lo podrás ganar porque no se gana con desprecio y con bofetadas, se gana con mucha paciencia, inteligencia y respeto. Y has de saber que cuando no puedas ganar al jefe, trata de ganar la tribu, la familia, los hijos. Cada ser humano es como un sistema planetario. Si cometes el error de agredir al solecito, te pierdes la vida con los planetas. Esto quiere decir, tengan paciencia militante, organización y construyan en lugar de destruir. Enfrenten el odio, traten de conocer y de entender el dolor de los que sienten heridas irreparables.

Desgraciadamente no podemos devolver la vida, y entiendan, entiendan, que no se puede vivir con miedo, que hay que vivir con esperanza. Y colombianos, yo no sé si existe Dios o no. Pero si existe nos ha privilegiado, porque le metió un rincón de la tierra contradictorio, hermoso, lleno de selva tropical. Lo he llamado el jolgorio de la fotosíntesis, no lo conocía. Pero hace muchos años tuve que traer una vaca tachi y de allí me enterné, y cuando vi lo que era esa selva me dije: Acá estamos todos locos. Andar persiguiendo gente dentro de esta selva y de esta montaña, es más o menos como colar el océano con un medio mondo. Pero la gran contradicción, desde que el mundo es mundo, la guerra se definió como el intento de lograr una paz mejor. La finalidad de la guerra no es vivir crónicamente en guerra y lograr una paz con ventaja. Y la situación real de Colombia, con esa selva: La guerra se transforma en algo crónico, eterno, porque ni quienes están en la selva llegan para poder instrumentar ni siquiera una partecita de los sueños que pueden tener en la cabeza, ni el estado puede hacerse cargo de la suerte de los insurrectos. Es como condenar a Colombia a un eterno empate, donde la víctima es el pueblo que no está metido en la guerra, que tiene que soportar. Es llenar la sociedad de odio porque esto se tiñe con cosas que no son de la guerra, como la desconfianza con los movimientos sociales, como el ataque a los dirigentes sindicales, como la pérdida de libertades, la persecución en nombre de la guerra, porque la guerra da derechos, la justicia sumarísima, y toda la forma exagerada que puede haber de opresión. La guerra justifica los estados especiales.

No, no, no. Estos cincuenta años le enseñan a Colombia que hay que salir del cronismo y hay que estar camino de la utopía. Una Colombia mejor construida, con amor y luchas. Que no va a resolver el problema de la pobreza, que no va a hacer magia, que va a seguir habiendo injusticia, que va a haber dolor, sí, que va a haber deuda social sí, pero para enfrentar todo eso es mejor la paz y no la guerra. Es por el camino de la paz que habrá condiciones para tener una Colombia más justa, con políticas sociales y recursos. Precisamente para los más deprimidos y los más débiles. Finalmente, mis queridos compañeros. Soy del Sur y seguiré siendo del sur. Porque soy consciente de la deuda social que existe en este planeta. Soy consciente de que soy un viejo raro porque en un mundo consumista vivo con mucha sobriedad. Aprendí en la soledad del calabozo que para ser feliz son pocas las cosas que se precisan y que la felicidad está aquí, y no está en el bolsillo. Y colombianos, aprendí una cosa. Que cuando tú compras algo, lo compras con el tiempo de tu vida, que tuviste que gastar para tener ese dinero. Quiere decir que no compras con plata, compras con el tiempo de tu vida. Y aprendí que la libertad no es una palabra abstracta, bonita. La libertad es ese tiempo de tu vida que tú tienes libre para hacer las cosas que a ti te motivan, y que tú eliges. Y que cuando tienes que trabajar, lo tienes que hacer, porque si no trabajas lo estás haciendo a costilla de uno que trabaja, y eso no es justo. Pero no puedes gastar toda tu vida en trabajar, necesitas tiempo para ser libre, para vivir, para las cosas más sagradas que tiene la vida, la familia, los hijos, el amor, un puñado de amigos.

Y cuando no tengas eso, no tendrás nada, aunque tengas toda la plata de la tierra. Entonces, me propuse vivir como pensaba, liviano de equipaje, con poca cosa, y poca atadura material, ¿Para qué? Para tener tiempo libre, la mayor cantidad de tiempo libre para hacer lo que me gusta. Yo podría ser un viejo jubilado como Presidente de la república y no estaría aquí, no. No estoy aquí por obligación, estoy por corazón. Porque he dedicado mi vida a la militancia y le quiero transmitir a los jóvenes, de todo corazón, que la vida es hermosa, doblemente hermosa si tiene una causa. Eso quiere decir. No te dejes robar la libertad, no te transformes sólo en un consumidor y en un pagador de cuotas. Trabaja lo necesario para vivir, no explotes a nadie, pero asegúrate de tener tiempo para vivir. No te apures. No te pongas muy competitivo. Al hoyo vas a llegar igual, igual. Pero siéntete feliz ayudando a que sean felices los demás. Y si eres colombiano, sueña y lucha por la paz, por la comida de tu pueblo, por los derechos de tu pueblo. Lucha para que los hombres no les peguen más a las mujeres. Lucha por hombres que sepan perder, que sepan perder con dignidad y que puedan volver a empezar una y otra vez. Lucha por desarrollar la inteligencia.

Lucha por qué la mayor cantidad de niños pobres puedan desembocar en la universidad, pero no en universidades para élites, de grandes dirigentes, sino universidades comprometidas con la suerte de los más humildes, de los más postergados. Y lucha en cualquier parte de la tierra por las causas justas, por el amor a la vida, por el amor a la especie. Nos toca vivir una época tremendamente contradictoria en la que se está concentrando la riqueza como nunca se ha visto y corremos el peligro de que nuestras democracias queden como reliquias ante un mundo autoritario que nos roba la soberanía. Sé que la concentración de la riqueza, donde 80 señores tienen lo mismo que la mitad de la humanidad, es una injusticia y habrá que luchar por ponerle tope a la riqueza y por peso fiscal a quienes tienen hombros tan fuertes para soportar. Hay mucha lucha, no hemos llegado al fin de la historia del hombre. A penas estamos empezando. Pero por ello, corazón valiente y entrega. ¿Sabéis una cosa, muchachos? Un día serán viejos, y cuando sean viejos, en algún momento se tendrán que mirar en el espejo y hacer un balance y decir, qué ha sido de mi vida. Me robaron mi vida, o he manejado mi vida por la solidaridad, por la libertad, y por la esperanza. Así sea, Colombia ¡Gracias!”